REVISTA VIRTUAL DE ARTE Y CULTURA

Casa suelta somos todos; todos los que creemos en una búsqueda universal, en la diversidad de caminos, en la posibilidad de transformarnos a cada instante.
Este es un espacio donde convergen las opiniones, las voces, la imagen, la ficción, la palabra, la vida que fluye en interminables laberintos a explorar. Una mirada hacia nosotros, hacia el mundo que nos circunda, para regresar luego al mandala de nuestra esencia.
Somos todos una casa suelta... puede entrar, la puerta está abierta... la ventana también.

La casa anda suelta. Recorre paisajes urbanos, humanos, silvestres, campestres. Se escapa como perro sin correa y se pasea sola. Es una loca linda. Es un hogar abierto.
"Cuidadito que se pierde". Se esconde detrás de un farolito o de un arbolito y dice: "acá `ta". Entonces hay que escucharla porque trae historias para todos los gustos.

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domingo, 25 de mayo de 2008

Como cortarle la oreja al demonio.


En principio hay que saber dónde puede encontrarse un demonio consagrado. Esa es la parte más fácil: en los gritos de los condenados a muerte, en la mirada de las mujeres y de los hombres infieles, detrás de las cruces de las iglesias, debajo de las almohadas de los soberbios, encima de la cabeza de los poderosos, al lado de los niños en la villa, a la derecha de los que levantan el dedo acusador. Adentro de las guerras, afuera de las estrellas, en medio de la miseria. Pero hay otros lugares en los que habita impune. En los silencios, en la razón desmedida, en el desequilibrio de verte, siempre.
Al encontrarlo en cualquiera de éstos lugares, hay que aprender a reconocerlo: siempre lleva el rojo de la sangre inscripto en el lomo; tiene los ojos salidos como vaca por marcar y la cola larga de mono araña. Es pequeño de apariencia y al costado de su rostro irónico y burlón, se abren siete orejas en forma de triángulo peludo. Al acercarse grita un poco, pero luego se da cuenta cuál es la intención del que viene. Sabe que le quieren cortar una oreja y se deja.
Se sostiene una con la mano derecha y con la izquierda se le tira un cuchillazo seguro y rápido a la otra oreja. Las otras cinco ni se mueven. Casi ni sangra y si sangra a nadie le importa. Es irremediable escuchar sus pequeños chirridos, simulados claro, porque sabe que crece con la próxima víctima. El contrincante entusiasmado la recoge del piso y la guarda satisfecho.
El demonio sabe que quien quiere su oreja como trofeo, es un ignorante, nadie puede creer que al sacarle una, escuchará menos que antes. – Nadie-, dice él,- puede ser tan estúpido en pensar que no oiré a los que me siguen llamando por la eternidad-.



Analìa Rodrìguez Borrrego.

1 comentario:

Anónimo dijo...

hola, el texto me pareció espectacular, muy original y contundente.