REVISTA VIRTUAL DE ARTE Y CULTURA

Casa suelta somos todos; todos los que creemos en una búsqueda universal, en la diversidad de caminos, en la posibilidad de transformarnos a cada instante.
Este es un espacio donde convergen las opiniones, las voces, la imagen, la ficción, la palabra, la vida que fluye en interminables laberintos a explorar. Una mirada hacia nosotros, hacia el mundo que nos circunda, para regresar luego al mandala de nuestra esencia.
Somos todos una casa suelta... puede entrar, la puerta está abierta... la ventana también.

La casa anda suelta. Recorre paisajes urbanos, humanos, silvestres, campestres. Se escapa como perro sin correa y se pasea sola. Es una loca linda. Es un hogar abierto.
"Cuidadito que se pierde". Se esconde detrás de un farolito o de un arbolito y dice: "acá `ta". Entonces hay que escucharla porque trae historias para todos los gustos.

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domingo, 25 de noviembre de 2007

El elegido


Un pequeño haz de luz se asomaba por la diminuta ventana y el olor a noche se comenzaba a sentir. Había sido un día como todos, como todos los últimos siete años de mi vida. Una rutina insistía en acercarse y alejarse al antojo de cualquiera de nosotros. Meses de una serenidad sospechosa, seguían a semanas de desorden y oscuridad; gritos, peleas, empujones y otra vez el orden, impuesto, siempre impuesto.
Ellos, sumergidos en un silencio aterrador, intentaban disipar las discusiones, apagar las venganzas, amedrentar los ánimos; sabían como terminaban, sabían cómo hacerlo efectivo. Las miradas reconocían la mínima intención de disputa; con gesto minucioso aunque imperante, se comunicaban entre sí. Yo los veía al acercarse, atravesaban el umbral y cerraba los ojos para no interferir ni ser confundido en el tumulto; un simple suspiro podía retumbar como el silencio en este templo de sacrificios. Algo nos unía. Ese día, sin embargo, no llegaron.
La tarde cayó temprano; era julio y el frío nos traspasaba los huesos y nos devolvía el aliento con los primeros rayos de la mañana. Pero esa mañana tampoco llegaron.


Sebastián Funes quedó tendido en el pasillo; de la boca, se hilvanaba un hilo de sangre que recorría su mejilla izquierda hasta llegar al piso. Los ojos de Funes quedaron abiertos, mientras miraba el foco que colgaba en el pasillo 1 del pabellón C. Ellos no llegaron. La pelea se tornó sangrienta y despiadada. Atravesé con el puñal su estómago y revolví para asegurarme que no regresara de la agonía, aún en el suelo. Sin embargo, logró zafarse, se levantó y me empujó contra mi celda, sacó de la espalda un cuchillo inventado y me cortó un pedazo de muslo. Sentí un río caliente en la pierna que me impidió sostener el puñal. Apenas pude levantarme, pero Funes cayó al piso con el estómago abierto. Desde abajo, su mirada se transformó en pánico, en súplica por lo irremediable; sabía que afuera, la condena era perpetua, pero adentro, el destino era irrevocable.
Fue el hombre señalado y las noches recorrían su celda al acecho de la muerte. Él, el elegido, se sacudía la cabeza con el nombre de su hija en los labios ajados. El abuso se le metió en el alma un día y nada lo detuvo entonces. Patié su cabeza en seco y pensé en mi prometida y anticipada libertad.
Nadie gritó esa tarde y el atardecer se volvió rojizo y silencioso. Ellos no llegaron. La noche se llevó el secreto. Nos dormimos. La rutina regresaría al día siguiente, aunque mañana, - ya no estaré con ellos-

Premio menciòn en Feria del Libro 2009 Mar del Plata, Taller Club Kimberley..

Analía Rodríguez Borrego.

2 comentarios:

Veronica dijo...

Anita, te felicito, es hermoso. Bien merecido el premio.

Marisa dijo...

Muy bueno el cuento, Ana. Lo mejor de todo: la segunda lectura a la que obliga. Cuando uno empieza, no sabemos a qué se refiere. El proceso es leer y tratar de deducir... de qué habla. Cuando se revela... vuelta a leer, y el principio adquiere otro significado.
¡Felicitaciones!